"En la región amazónica, los incendios son raros durante gran parte del año, porque el clima húmedo impide que se propaguen. Sin embargo, en julio y agosto, la actividad suele aumentar por la llegada de la estación seca", apuntó la agencia estadounidense.
La mayor parte del humo de estos incendios se desplazó hacia la costa atlántica de Sudamérica y provocó que el cielo se oscureciera en la tarde del miércoles en San Pablo, situada a cientos de kilómetros de los fuegos.

Por ahora solo es percibida por la población con un olor "aún no potente", por lo que las autoridades regionales no tomaron ninguna medida de emergencia y la calidad del aire es vigilada por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) y otras instituciones competentes.
Aunque no hay todavía un reporte oficial de la superficie de selva quemada, se estima que son miles de hectáreas consumidas por el fuego en los estados brasileños de Rondonia, Mato Grosso y Mato Grosso del Sur, y en el departamento boliviano de Santa Cruz.
Los incendios en la Amazonia brasileña han sido recurrentes desde principios de año y hasta julio habían deforestado 2.254,8 kilómetros cuadrados, un 278% más que en el mismo periodo del año anterior, según las estimaciones del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe) de Brasil.

Sin embargo, las organizaciones sociales consideran que los incendios fueron provocados deliberadamente para luego aprovechar esas tierras para minería o agricultura extensiva, altamente promovidas por el ultraderechista Bolsonaro.
Esas políticas provocaron que se congelen parcialmente los fondos para conservar la Amazonia que anualmente destinan Alemania y Noruega, los dos países que por ahora más apoyan la protección del gran pulmón verde del planeta.

Además de ser el principal ecosistema para mitigar el calentamiento global, la Amazonia es la cuenca hídrica más grande del mundo, una de las zonas de mayor biodiversidad del mundo y el hogar de miles de comunidades indígenas que habitan en las riberas de sus ríos.